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Foto del escritorMaria Gomensoro

Borrar contacto: Sra. Cigueña

Con  24 años elegí ser mamá por primera vez.  No lo pensé, ni lo sopese. Tampoco calcule, ni contemple si iba a ser fácil o difícil. Si iba a tener los medios económicos para solventar tamaña empresa o si podía a ser capaz de criar, educar y formar a un ser humano cuando hasta ese momento,  yo también  era un ente  en  proceso.



Simplemente lo busque y lo desee como algo inherente a la construcción de la familia propia que tanto había ansiado tener.  Fue complicadamente maravilloso. Nos sobraba poco pero  nunca nos faltó nada. Valore a mi propia madre y extrañe no tenerla conmigo. Mis hermanas, las mujeres de mi vida se turnaron para alentarme, atender mis preguntas: ¿Como me doy cuenta si tiene hambre, si es mastitis,  si tiene sueño, si tiene fiebre, si son los dientes?  Y a atajar las indagaciones más embarazosas de parte de los niños de la familia en pleno almuerzo dominical: ¿Tía, por dónde va a salir el primito nuevo?


Llegó la segunda y postergue la carrera. Pude quizás viajar pero  vino la tercera y cuando podría haber empezado a saborear las mieles de cierta libertad, me embarque en la cruzada de buscar al varón.  La experiencia previa, la edad y el saber que toda etapa empieza y que rápidamente termina hizo que a esos bebes los gozara de una manera mucho más consciente y relajada. Los madrugones, las noches en vela, los cólicos sin fin. Todo, aunque parezca que no,  pasa.



Cuando te queres acordar ya no usan pañales, se quedan solos a jugar en lo de los amigos y ya no quieren dormirse en tus brazos. Dejan de ser solo tuyos  para pasar a ser hijos de la vida. Te falta el bebé de la casa, y es ahí cuando a mí en particular me empieza a chillar el útero.


Carmen, mi hermana mayor me decía que cuando dejaba de  escuchar  pasitos en el pasillo que corrían rumbo a su cuarto en la noche, sentía que era hora de encargar otro bebé. Pero fue Elisa la que ante mi pregunta de cómo se animó a tener tantos hijos, la guapa con muchísimo esfuerzo crió a seis, me dio en el alma con su respuesta: “Es que Maria, quise conocer al próximo.”  


….Yo también quisiera conocerte  y me está costando horrores resignarme a la idea de no llamarte mas,  Cigüeña.  Pero guardo la esperanza de que dejes en los brazos de una de mis sobrinas o amigas, que tan ocupada te tienen, un bizcochito dulce para comerlo a besos y así por lo menos despuntar el vicio….


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